La Gran Muralla China: la construcción de un inútil pasado
El 22 de octubre de 1950, Jorge Luis Borges –considerado uno de los padres de la literatura en idioma español- publicaba en el diario argentino La Nación, un ensayo llamado La muralla y los libros, en el que se planteaba, a modo muy personal, el cuestionamiento más profundo acerca de por qué Qin Shi Huang había comenzado con la construcción de tan gigantesco proyecto.
Más de 6 décadas después, el ensayo sigue manteniendo su estatus de legendario en la literatura en español, por considerarse uno de los comentarios más extraños de Borges. Casualmente, en torno a la Gran Muralla China.
El escritor argentino va contando la historia a dos tiempos, preguntándose el por qué Qin Shi Huang decidió destruir todos los libros de historia cuando llegó al poder del imperio, y, simultáneamente, ordenaba construir una muralla gigantesca para cubrir toda la parte superior de China.
El prolífico escritor comienza su ensayo diciendo con angustia que, “Tres mil años de historia y vivencias tenían los chinos cuando Qin Shi Huang mandó a quemar todos los libros y ordenó, aunque sin decirlo, que la historia de China comenzara con él”. Y es que es peculiar mencionar que antes de él estuvieron genios como Confucio o Lao Tzu.
Este último dijo alguna vez que “un viaje de diez mil li empieza con un paso”.
El motivo, según Borges, que originó la muralla
Tras el ordenamiento por parte del emperador de quemar todos los libros anteriores a su llegada al imperio, se dio una orden especial para quienes cometieran el crimen de ocultar libros que deberían ser quemados.
Todos esos ciudadanos eran herrados, como se marca un ganado, y condenados a construir hasta el día de su muerte una muralla gigantesca. Desde este punto de vista, que el escritor lo atañe a una investigación anterior, la construcción de la muralla no tuvo una connotación bélica en principio, sino un castigo.
Más al final del relato, Borges argumenta que quizás el verdadero origen de la construcción de la muralla era el empeño del primer emperador de China en evitar la muerte. Decía que como él había destruido el pasado de su nación, debería construir algo tan grande como el pasado para que, en su resurrección, pudiera volver a destruirle.
¿Será, acaso, que el emperador chino aún no ha despertado de su largo sueño, en el Mausoleo de los guerreros de terracota, para destruir el hoy pasado del pueblo chino?
El texto completo de Jorge Luis Borges puedes descargarlo aquí:
La muralla y los libros – Borges
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